sábado, 27 de noviembre de 2010

La carrera en el aeropuerto mereció la pena...

Hoy pensaba contaros un poco qué tal nos fue el viaje (de casi 24 h) desde Katmandú hasta Krabi, en Tailandia, pero paso. Recordadme para otra entrada que os hable del atestado aeropuerto de Katmandú, de las camas/sillones con despertador del aeropuerto de Delhi, de la odisea de comprar unos putos McNuggets (casi hora y media), y de que casi perdemos el tercer vuelo (sí, tercero en 15 horas) de Bangkok a Phuket. Pero eso, que de momento lo dejo para otro día porque hoy quiero hablaros de Tailandia.
 
Felicidad absoluta cuando nos subimos al avión. Además, incluso era bonito por dentro, ¡los asientos eran de colorines!
 

Y es que nos hemos enamorado. Desde el primer momento en el que supimos que por una vez íbamos a tener suerte y no perdíamos ese avión, ha ido todo como la seda. El aterrizaje en Phuket (sí, donde el tsunami de diciembre de 2004, aunque está todo totalmente reconstruido y no se nota nada) fue impresionante, parecía que íbamos a acabar en la misma playa.
Aterrizando, podeis ver el ala del avión y todo...
El tiempo está siendo perfecto, todo el día con sol y unos 32 graditos (sólo se siente calor al sol, a la sombra se está de pistón), y a eso de las 4 o las 5 de la tarde (ya casi la hora de cenar, aquí amanece sobre las 6) cae un chaparrón, visto y no visto, y se queda un fresquito en el ambiente majísimo (y despegan los mosquitos, que como te descuides se te meriendan). Además, súper importante para nosotros, podemos ir solos tranquilamente, nos podemos organizar sin ayuda de un autóctono, porque las cosas están bien organizadas. Si quieres coger un bus, preguntas, te indican (precio fijo, nada de regateos), esperas y cuando llega el bus, te subes. Y ya estáaaa… No problem, my friend.

Entrando en detalles, el jueves llegamos a Krabi, a un par de horas de Phuket (por lo que se ve, Phukhet está demasiado masificado, así que preferimos saltárnoslo). Hoy os voy a ir detallando un poco más alojamientos y precios, porque de momento os recomendamos todo en lo que hemos estado. En Krabi, enfrente del hotel (www.citykrabi.com, 17.5 euros la noche con A/C y wifi en la habitación), hay un mercado nocturno que consiste en unos puestecillos de comida ya hecha. A simple vista no nos llamó mucho la atención, pero cuando empezamos a probar algo ya no pudimos parar y nos pusimos hasta arriba por cuatro euros entre los dos. Y nada de comida rara: pollo empanado frito, salchichas, panceta, pescado, fruta… mmm…
Para que os hagais una idea, los precios son bahts, y 40 bahts = 1€
 

Al día siguiente fuimos en minivan (6 euros cada uno) hasta Koh Lanta, una isla que está a hora y media de Krabi: ¡¡por fin playita!! El viaje, muy entretenido, incluye desplazamiento en dos ferrys y todo, jejeje… Koh Lanta es alargado y tiene toda una costa dedicada al turismo, pero sin ser un Salou todavía. Nuestro hotel (www.lantathiphouse.com, 25 euros, A/C y wifi en la habitación) súper bien, la mujer muy agradable, nos recibió con zumo y todo, la comida súper buena (aunque aquí todo lo que como me encanta), la habitación muy limpia… La única pega es que está como a diez minutos de la playa. Y claro, cuando fuimos esa tarde a ver el mar, y nos dimos cuenta de que la playa estaba llena de bungalows, decidimos buscar algo más cerquita. 
La perrita del hotel Thip. ¿Has visto, tía? Es como Leno :) te la dedico con mucho cariño, porque cada vez que la acariciaba me acordaba de ti :)
 

La playa en esta zona es genial, no hay NADIE (cosa que no entendemos muy bien, porque como digo hay un montón de bungalows), y el agua, además de ser súper clarita, está templada y todo :) Los atardeceres son impresionantes, nunca antes había visto algo así. La marea se retira, dejando al descubierto las piedras, y el cielo se vuelve naranja, rosa, lila… hasta que se apaga del todo. Impresionante.
El atardecer que nos encontramos el primer día

Ayer estuvimos dando un paseo por la playa, buscando hotel, y al final nos vamos a quedar cuatro noches más, desde hoy, en uno con piscina, bungalow de cemento (y es que aquí muchos son de madera, a lo Tarzán, y aislar, lo que se dice aislar, aíslan poco), aire acondicionado y, por supuesto, a pie de playa, por 18 euros la noche. Genial. Os dejo el link (pero no os fieis mucho de las fotos, son claramente mejorables): www.lantarivieraresort.com.
Ya que reservábamos para varias noches, quisimos probar la comida, jijiji... Buenísimo (por supuesto), baratísimo (como siempre), en primera linea y sin nadie en la playa :D
 

A la vuelta, nos paramos en un sitio donde hacían masajes (en la playa, claro, y tienes un puesto de esos cada 50 m) y nos estuvieron haciendo un masaje Thai durante una hora por seis euros a cada uno, ¡esto es vida! El masaje Thai consiste en emplear todas las partes del cuerpo prácticamente (manos, pies, rodillas, codos, antebrazos…) para hacer presión sobre según qué puntos de tu cuerpo:  tú estás tumbado, y ellas te hacen adoptar posturas imposibles (hubo un momento que tenía mi rodilla derecha sobre mi hombro izquierdo, y a ella medio saltando encima de mí para hacer fuerza). Al finalizar, un té, cortesía de la casa. Y todo sonrisas continuamente, se respira un buen humor inmejorable, a mí hasta me peinó y todo, me quitó mi eterna coleta, y me hizo un recogido con una trenza, un par de gomas más… no sé, pero quedó muy apañado :)
Ahí nos dejaron como nuevos. Se ve a la que me hizo el masaje y todo :)

Y bueno, nos hemos tirado del todo a la piscina y mañana empezamos un curso de submarinismo de tres días que nos dará un título internacional con el cual podremos bucear (con instructor, eso sí) hasta una profundidad de 18 m. Para el que sepa de esto, es el open water. Al que se lo esté pensando, es una muy buena opción, porque aprender en estas aguas no tiene precio (y para todo lo demás, Mastercard, que es con lo que lo pagaremos, jajaja).

Además, hoy, para ir cogiendo soltura, hemos hecho una excursión a las islas Phi Phi (todo el día, traslados desde el hotel y comida incluidos, 25 euros por persona), y hemos hecho snorkel (lo de estar con las gafas y el tubico). Genial, lo de estas aguas es una pasada. Estábamos todo el rato rodeados de peces, casi parecía que los podías tocar (parecía, porque yo lo he intentado varias veces y no se han dejado, jeje…). Luego nos han llevado a la playa en la que se rodó The Beach, de Leonardo di Caprio (sobran las palabras, aunque había bastante más gente que en nuestra playa de Koh Lanta). También hemos estado en una playita llena de monos, y en Ton Sai, que está lleno  de resorts más lujosos, y un poco más masificado. Os pongo todas las fotos junticas :)

Jorge haciendo snorkel (¿habéis visto el color del agua?)
 
En la playa del di Caprio. Hemos llegado en una barquita de esas que se ven, tan mona...

Esta playa resultó arrasada tras el tsunami, así que hay carteles indicando hacia dónde tienes que correr en caso de necesidad...
No ponemos fotos de monos, que en Katmandú ya pusimos bastantes. Pero, ¿a que es gracioso el cartel? Padre de Familia triunfa hasta por estas tierras...

Y de momento aquí os dejamos, mañana domingo empezamos el submarinismo, a ver qué tal se nos da (yo voy un poco acojonadilla, pero en fin…)

Besos para todos,
Ingrid

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Estaba el cocodrilo y el orangután...

Conoceis la canción ¿no? Es que es la que me viene a la cabeza al pensar en Chitwan (o chitaguay, como lo llama mi señora).

Si ya me parecían duros los amortiguadores del autobús (por llamarlo de algún modo), ni os imagináis lo que es ir a lomos de un elefante por la jungla. Además, como nos vieron cara de pobres, nos pusieron en clase turista mirando hacia detrás, con lo cual, nos comíamos algún ramazo de los de delante. El paseo fue interesante, sobre todo cuando el elefante cruzaba ríos y subía por la otra orilla, porque ves que aquello pierde estabilidad y se te ponen un poco de corbata. La idea era ir en silencio para ver algún tigre o similar, pero un grupo de rumanocotorras, es decir, cuatro señoras entradas en años que se debían de pensar que estaban en un parque de atracciones dando berridos, consiguieron ahuyentarlos porque tigres no vimos ni uno. Al menos pudimos ver algún jabalí y unos pocos ciervos.
Los del elefante de detrás, para que os hagais una idea

Por la tarde, paseo en canoa para ver lagartijas recias de río, es decir, cocodrilos. Embarcamos con nuestro guía y tres gabachos más en unas canoas alargadas y tan pequeñas que parecía que iban a hundirse al más mínimo movimiento. Y así era. Al sentarnos todos en fila india, el agua quedaba a unos 10 cm del borde de la canoa y, cada movimiento que hacíamos para señalar algo, la canoa temblaba y el guía nos gritaba para que nos “estabilizáramos”.
Las canoas

Y allí íbamos río abajo, tranquilamente. De cuando en cuando, nuestro guía nos señalaba algún cocodrilo en la orilla, tan tranquilos ellos que parecían de mentira. Eso comentábamos Ingrid y yo, con nuestra chulería de sabelotodos españoles: ¡Bah, seguro que son de cartón para que los veamos los turistas!, cuando de repente, uno se giró hacia nuestro con la boca abierta y comenzó a meterse al río. Imaginaos la estampa, todos acojonados, desestabilizando la barca y a punto de convertirnos en “tourist steak” para el lagarto.
El lagarto cuando pensábamos que era de broma

Y cuando empezó a acojonar

Pero sobrevivimos, y a mitad de camino, la barca paró en medio de la jungla y el guía nos dijo que nos iba a enseñar la vida salvaje. Ataviado con sus pantalones de camuflaje y un gran palo de bambú, nos comentaba cómo teníamos que hacer si nos encontrábamos con un tigre o un rinoceronte. Para flipar. Y gatos de esos no vimos, pero sí unos cuantos monos de liana en liana, algún cervatillo, más elefantes, dos rinocerontes…
Por la noche estuvimos viendo una muestra del folklore típico de esta zona, que resultó ser un grupo de nepalíes vestidos como en San Fermín, bailando un paloteau como en Huesca. Eso sí, lo hacían a toda leche y parecía que se iban a acabar dando con los palos, con lo cual la cosa ganaba emoción.
Al día siguiente, madrugón para ver pájaros (sí, pajaros). Por lo visto, hay gente a la que le gusta madrugar para ver pequños bichos alados al amanecer. Ingrid y yo nos hubiéramos quedado en la cama, pero al menos, pudimos ver una pareja de rinocerontes dormitando tranquilamente en su barrizal. Menos da una piedra.

Al menos fue un bonito amanecer

Un "kingfisher", como nuestro "martín pescador"
Los rinocerontes en el lodazal


Ya en la capital, más compras, enviar cosas a casa, comer de nuevo en el Everest Steak House (mismos precios, mismas raciones) y ya, despedirnos de nuestro guía y ya amigo Shishir. Si alguien se anima a venir por estas tierras, hemos dejado su tarjeta a la derecha del blog, y esta es la página web de la empresa: http://www.ambitionhimalaya.com/. Gracias Shishir,  dhanyabaad.

Aun me quedaba filete y medio

Para que veais que no hemos perdido el tiempo y que somos gente cultivada, os dejamos una muestra de lo aprendido estos días:

Y por si a alguien le interesa, la canción de moda es “resahm firiri”. Escribidlo en google/youtube y, cuando lo hayais escuchado 736284 veces, os sentireis como nosotros (exacto, así me sentía yo en el video del bus). Os dejo el enlace para los perezosos: http://www.youtube.com/watch?v=iFpYVlTzHX4

Tras dejar atrás Nepal, nuevo cambio de país, lenguaje, costumbres, paisajes…¡A Tailandia!  La predicción del tiempo dice que va a haber tormentas todos los días, pero no nos lo creemos, así que a comprobarlo que nos vamos.

¿Os acordais de la cantidad de controles que había en India? Pues no son nada comparados con Nepal, os cuento:

Control 1. Para entrar al aeropuerto. Enseñar pasaporte y billete electrónico (con su correspondiente fila, claro).

Control 2. Al poco de entrar. Escáner, enseñar el pasaporte de nuevo y magreo (cómo les va el sobeteo a esta gente, y lo divertido que es sonreírles cuando se levantan y te mirán je, je).

Control 3: Fila de inmigración para salir del país. Pasaporte y papelito debidamente cumplimentado. Otra fila de hacer amigos (por lo larga), como en Port Aventura.

Control 4: Para pasar a la zona de embarque. Escáner, magreo de nuevo y cotilleo de todo lo que llevas en la mochila de mano. Eso sí, sonriendo y preguntando: “¿Real Madrid o Barcelona?”.

Control 5: Para embarcar (salir a la pista de aterrizaje). Tarjeta de embarque y pasaporte.

Control 6: Para subir al avión. En la escalera de subida. Nuevo manoseo de mochila y tarjeta de embarque.

Y por fin subimos al avión, el cual nos ha traido hasta Delhi de nuevo (tranquilos, sólo estamos de tránsito). Ahora, a esperar cinco horitas y a embarcar camino a Bangkok y, de ahí, una hora después tenemos que estar metidos en otro avión con destino a Phuket. Cuando lleguemos (si llegamos), a buscar transporte hasta Krabi, punto de inicio de nuestro periplo por este paradisíaco país de paisajes increíbles.

¿Llegaremos? ¿A dónde? ¿Cuándo? Ya lo sabeis, si quereis saber qué nuevas aventuras nos esperan, no os perdáis la próxima entrega.

Un abrazo para ellos y una abraza para ellas, que hay que eliminar el lenguaje sexista (ironía mode “on”).

Jorge

domingo, 21 de noviembre de 2010

Tocando el cielo

Efectivamente. A pesar de ser el mes seco y para asombro de los nepalíes allí presentes, amaneció diluviando. No obstante, lo vimos como una oportunidad de oro para probar nuestras nuevas adquisiciones y tiramos para arriba. La montaña es así. Ese día, decidimos quedarnos a 3200 metros, en un refugio  en el cual ponían un calentador tipo brasero bajo la mesa para calentarse. Realmente resultó ser una bombona de gas con la llama encendida a todo trapo, así que había que tener cuidado para no tostarse demasiado los pies. 

Otra manera de calentarse, con ron nepalí. Esta va dedicada a la Tere (Dra. Pardo)
 Gracias a la amabilidad de la gente del refugio, y ya que me lo pidieron, decidimos dejar allí nuestro trocito de España a la bajada del campamento base. Así, además, podía hacerle compañía a este otro pedacito de tela je, je (por cierto, para los ilustrados ¿la A es algún tipo de escudo?).

Dejando nuestro recuerdo en el Himalaya
¡Qué bien van a quedar las dos junticas!
Tras apretarnos unos pancakes de chocolate y sendos cafés con leche, salimos como alma que lleva el diablo hacia nuestro objetivo. La mañana salió despejada, pero una nube cabrona ascendía por el valle casi a la misma velocidad que nosotros. 

La nube ascendiendo hacia el campo base (abajo derecha)

Como somos bastante cabezones, decidimos llegar antes que ella, así que, a las 7 de la mañana, con las mochilas a cuestas y un frio de los de cuando el grajo vuela bajo, subimos los 1000 metros de desnivel que nos quedaban en dos horas y media (lo cual, teniendo en cuenta que estábamos a más de 3000 metros, no está nada mal). Y sí, llegamos a tiempo para la foto.

Llegada al campo base
Ascendimos un poco más, hasta la zona de las pujas, que son las banderitas con oraciones nepalíes y tibetanas (por cierto Juan, ya tenemos las tuyas) para hacernos unas fotos, con la suerte de encontrarnos absolutamente solos. 

Con nuestro guía Shishir y el Annapurna Sur detrás
 
Siempre hay tiempo para una siesta rápida

Las dos bellezas, y a ambos lados, Annapurna Sur y Annapurna I


¡Olé maño! Esta va para Miguel López y Marina

Aliviando la vejiga. Kaste, esta va por ti
Tras disfrutar del sobrecogedor  espectáculo durante una media hora, la montaña decidió que ya habíamos tenido bastante y la niebla hizo desaparecer todo el paisaje invitándonos “amablemente” a marcharnos.
Durante los tres días siguientes, bajamos de nuevo desde las grandes montañas hasta los verdes valles llenos de vida, aprovechando para darnos un bañito en unas aguas termales que brotan junto a uno de los ríos más fríos del Himalaya. Otro momentazo.

Ya de vuelta en Pokhara, y como es tradición entre los grandes himalayistas (si he estado en el Himalaya soy himalayista ¿no?, pues eso), nos fuimos al Everest Steak House a comernos un buen filete de Yeti o, en su defecto, de Yak. No hubo suerte y tuvimos que conformarnos con un buen pedazo de ternera con ensalada y patatas, regado con la imprescindible cerveza autóctona. Nuestro guía nos dijo que esa era una franquicia y que en la original de Katmandú las raciones eran más grandes, así que, como no nos lo creemos, iremos a comprobarlo personalmente.

Ahora sí que irradia felicidad

Al día siguiente, no pude resistirme a otra tradición tras el trekking (aparte de la ducha), el afeitado en barbería. Así que puse mi gaznate en manos de un señor que no conocía de nada y que llevaba una cuchilla en la mano y me dejé hacer…  Al finalizar el rasurado, me puso una loción y comenzó a masajearme la cara dándome unas bofetadas que no sabía si darle las gracias o dos hostias, pero en fin.

Pre

Post

Un gran descubrimiento, por si alguien visita Pokhara y se hospeda  en el Hotel Grand Holiday, es el pequeño restaurante que se encuentra justo enfrente. Atendido por una familia encantadora, se come estupendamente y a mitad de precio que en el hotel. Daba un poco de palo salir del mismo y sentarse a 5 metros a comer, pero “la pela es la pela”.

Y al día siguiente, nueva aventura: Chitwan.

A las 7 de la mañana nos dirigimos con las hordas de turistas a nuestros autobuses del siglo XXII para comenzar un ameno recorrido de 5 horas hasta el Parque Natural de Chitwan. Como llegamos bien de tiempo, tras poner nuestras mochilas en lo alto del mismo,  decidimos tomarnos un té y un bollo para desayunar, no sin antes asegurarnos de que los asientos estaban numerados y convenientemente reservados. Pero ¡Oh, sorpresa! Al subirnos vimos que no quedaba ni un puñetero hueco, así que el encargado puso a Ingrid detrás del conductor, y a mí, que me vio de pie en mitad del pasillo, me sacó un taburete y con una sonrisa enorme me invitó a sentarme en el pasillo ¡Bieeeeeeen!

Os lo voy a relatar desde mi punto de vista. Sentado en medio del pasillo de un autobús prehistórico. Con una suspensión con menos movilidad que los ojos de Espinete. En las subidas, una velocidad media de 20 km/h. La carretera asfaltada en la época en la que, en lugar de cabras en el monte, había velocirraptores. A mi izquierda, el revisor colgado de una barra, asomado a la carretera con la puerta abierta y subiendo de vez en cuando al techo (yo pensaba que lo perdíamos en cada curva). En la televisión, a dos palmos de mi cara, videos musicales de los “Vengaboys” y “Aqua”, de la más rabiosa actualidad. Detrás de mí, un niño cantando canciones nepalíes interminables y repetitivas, al cual casi le meto el instrumento (musical, un violincillo que llevaba, no penséis mal) por el orto, y delante el panorama de adelantamientos típico de Nepal. Madre mía, qué viajecico… Para muestra de nuestra inmersión en la cultura nepalí, os pongo un video.
Por cierto, no os perdais a la nepalí de mi izquierda, cuando canto, la tengo totalmente embelesada...


¿Y qué nos espera en Chitwan? Para averiguarlo, no os perdáis la próxima entrega de vuestro blog favorito.

Buena caza y largas lunas

Jorge

jueves, 18 de noviembre de 2010

NEPAL: Never Ending Peace And Love

 ¿Cómo no nos va a gustar un pueblo que escribe eso en las paredes de sus casas? Si es que…

Bueno, al tema, ya hemos vuelto a la civilización después de diez días pateando por el Himalaya… En general, nos ha ido muy bien, pero con matices. Y es que, como siempre, se nos caen algunos mitos :)


MITOS QUE CAEN Y COSAS NUEVAS QUE HEMOS APRENDIDO

1)    Hacer un trekking por el Himalaya lo hace todo el mundo porque es muy fácil.
Falso. Lo hace todo el mundo, sí, porque es asequible, pero no es fácil, al menos el que hemos hecho nosotros. ¿A qué me refiero con asequible?

-    A que los caminos están muy, muy bien señalizados. Si llevas guía, ya es la bomba, entonces, lógicamente, es imposible perderte.
Y aparte de estar bien señalizado, había un mapa de estos en cada pueblecito o lodge al que llegábamos :)

-    A que si quieres, por un demasiado módico precio, puedes contratar los servicios de un porteador. Por unos diez euros al día un único porteador lleva tu mochila y la de tu acompañante, unos 25 kilos (pero siempre puedes abusar más aún, y cargarle con más peso, no se quejan. En fin...).
Porteador.Su carga es la de la izda del todo. A la dcha, nuestras dos mochilas, parecen minúsculas en comparación

-    A que los lodges de los que nos habían hablado, y que nosotros imaginábamos como los típicos refugios españoles (cuatro paredes poco menos y literas, como mucho), en realidad son casi, casi hoteles. Por un lado, el salón, o dinning room, donde se hace la vida, y por otro, las habitaciones, en nuestro caso dobles. El baño era compartido, eso sí, pero vamos, que en la mayoría había ducha de agua caliente y todo (conforme vas subiendo metros, el agua caliente va desapareciendo…).
Por mucho que hubiera habitaciones, seguía haciendo mucho frío dentro. Y es que 3000 m son 3000 m...

¿Y a qué me refiero con que no ha sido tampoco fácil? Pues a que aún recuerdo el día que le estuve diciendo a Miguel Escuin (para quien no sepa quién es, un compañero del laboratorio): “Fíjate si lo hacen fácil, para ir desde Chomrong (a 2170m) hasta Dovan (a 2600 m) son sólo 400 m y necesitan 5 horas”. Sí, claro, no te jode, lo que no habían puesto era el perfil de nivel. Ilusa, aquí no conocen el llaneo, todo es o para arriba, o para abajo. Aquel día fueron unos 2200 m de desnivel acumulado en 4,5 horas. Y con la mochila, que no llevábamos porteador. O el segundo día, que había que subir de 1500 a 2800 m, unos 3280 escalones (sí, era como una escalera gigante).Todo fue bien, subimos a buen ritmo, hasta que estuvimos como dos horas subiendo y bajando sin parar, ganando y perdiendo altura. Se me puso una mala ostiaaaa... Pero lo que no nos mata, nos hace más fuertes :)
Aquí se puede ver el perfil real del desnivel que hicimos aquel día. Abajo, arriba, abajo, arriba...

2)    Durante todo el trekking sólo se come arroz con lentejas.

Falso también. Lo del arroz con lentejas se debe al Dhal Bat, el plato típico nepalí que consta de arroz blanco, un bol de lentejas bastante líquidas, y un par de cosas más, dependiendo del lodge (patatas, judías, carne…). Es lo único que comió nuestro guía, Shishir, en los diez días, nosotros lo probamos pero aquí también tienen la mala manía de añadir chili, así que se quedó en la anécdota. Así que si no comíamos arroz con lentejas, ¿qué comíamos? Pues cada día teníamos un amplio menú donde elegir, platos de pasta (macarrones, espaguetis y noodles), de arroz, de patatas… menos carne y pescado, casi de todo :)
Con mi plato de Dhal Bat. Este, concretamente, llevaba pan (encima del arroz), espinacas y judías rojas, pero estas tres cosas picaban un huevo y la yema del otro...


Por contaros un poco qué tal nos fue, el segundo día conocimos a unos españoles en el lodge. Y no sólo españoles, ¡¡zárágózánós!! Madre mía, qué alegría. Luis y Mari Carmen. Ya sólo hablar en castellano con alguien después de dos semanas, mola, pero encima de Zaragoza… sin palabras. A la mañana siguiente subimos a Poon Hill a ver el amanecer (Gema, si me lees, cómo me acordé de ti, tanto tiempo hablándolo en el pasillo del labo, y al final ahí estaba yo también…). Es una colina a 3200 m de altura desde la que se pueden ver perfectamente (si sale un día claro) el Dhaulagiri, el Annapurna sur y el Machapuchare, entre otros. Impresionante, y eso que aún los teníamos un poco lejos…
El equipo aragonés (y su guía, que se apuntó también) con el Dhaulagiri al fondo.
Y aquí con el Annapurna South y el Machapuchare

Como anécdota, contaros que para ver el amanecer tuvimos que subir a las 5 de la mañana, de noche y sin desayunar, 300 m, to’pa arriba, como siempre. Mientras subíamos, íbamos bromeando con si habría arriba una cafetería calentita. Jejeje. Y hombre, cafetería como tal no había, pero había un chiringuito que vendía café y té a un euro. Y es que a esas horas, y a 3200 m, hacía un frío de coj… Tendremos que aprender los españoles, y poner chiringuitos de esos en la cima de Monte Perdido, por ejemplo. Pero en lugar de café y té, bocatas de tortilla y  cervezas :P

Y esa tarde… jeje, Luis y Mari Carmen llevaban jamón serrano, y no dudaron en invitarnos :) mmm… si hablar en español ya nos daba gusto, ni os comentamos lo que fue volver a comer jamón, jijiji.

Y después de cenar, vino un grupo de nepalíes a amenizarnos un rato con danzas típicas, qué majicas las niñas. Y las no tan niñas, porque a Mari Carmen y a mí nos tocó salir a bailar con ellas, jajaja… Si es que ya lo dijo Luis: “Estamos en primera fila, tenemos todas las papeletas para que nos saquen voluntarios…”. Hay video del momento, pero no lo cuelgo para no herir sensibilidades, jejejeje.

Ah, y esa noche también coincidimos con Nuria, una catalana de Sabadell a la que habíamos conocido mientras subíamos los tres mil y pico escalones el día de antes. ¡¡Ya estábamos todos los españoles junticos!!

Míranos qué monos, con el collar de flores que nos pusieron las nepalíes

A la mañana siguiente tocó despedida, ya que nuestro trekking iba por un camino distinto al de ellos :( pero no pasa nada, a la vuelta nos hacemos unas raquetas por el piri y tan amigos :)

Acerca del tiempo, fueron todos los días más o menos iguales, por la tarde, a eso de las 2 o las 3 (sí, eso no era el mediodía para nosotros, si tenemos en cuenta que comíamos sobre las 12, jajajaja) se nublaba, pero por la mañana aparecía un cielo azul que dejaba que viéramos a las reinonas del Himalaya. Pero el quinto día fue distinto, llegamos al lodge a la 1,30 (ya comidos, por supuesto) y a los diez minutos empezó a gotear. “Uy –dijimos-, por los pelillos…”. No era una tormenta fuerte, pero estuvo lloviendo toda la tarde y a ratos sí que llovía intensamente. Así que aprovechamos para hacer una de las fotos dedicadas que nos pidieron: cuñados, ¡¡VA POR VOSOTROS!!

Para que veais que cumplimos las promesas :) un besico

A la hora de acostarnos (las 8,30 de la tarde, no os penséis) seguía lloviendo, así que nos dormimos con la duda de qué pasaría al día siguiente, teníamos unas seis horas de ascensión hasta el campo base del Machapuchare, a 3700 m de altura, último escalón antes de llegar a nuestro destino, el campo base del Annapurna (4130 m). Pero si llovía, no podríamos llegar…

¿Y qué pasó al día siguiente? Jejeje, Jorge os lo contará en la próxima entrada, que hoy me estoy alargando mucho ;) qué mala soy a veces...

Un besico a todos,
Ingrid

domingo, 7 de noviembre de 2010

Sol, sonrisas y montañas

 Así nos recibió Nepal. Tras un entretenido vuelo en el que nos tuvieron dos horas dentro del avión-cafetera (al parecer había poca visibilidad en Katmandú), sin aire para refrescar y con tres chinas quinceañeras, gritonas y pesadas de cojones en el asiento de detrás, despegamos de camino al país vecino.

Antes de adentrarnos en  “montañalandia”, os transcribo la típica conversación con cualquier indio en cualquier momento del  día en que te los encuentras y quieren venderte algo (es decir, entre 15 y 20 veces al día):

Indio: Where are you from? / ¿De dónde sois?
 
Nosotros:  From Spain / De España

Indio:
¡Hola, hola, coca cola!

Nosotros nos miramos y contenemos la risa

Indio: Ahhhh, Spain, very nice country! / ¡Ahhhh, España, un país muy bonito!

Nosotros: Ajá

Indio:  Madrid or Barcelona? / ¿Madrid o Barcelona?

Nosotros:
Zaragoza 

Y así todos los días, varias veces al día, hasta que acabas odiando España, Zaragoza y la puta coca cola…

La llegada a Nepal  no puede ser más impresionante. Los pequeños valles verdes por donde discurren torrentes de agua del deshielo, guían la mirada hasta las enormes paredes que superan las nubes y que tantas pasiones despiertan. Al aterrizar, un aeropuerto pequeño y antiguo (vamos, como Zaragoza) en el que no nos cuesta mucho rato conseguir el visado y salir a buscar a nuestro guía Shishir, quien nos recibe con un cartel con mi nombre. ¡Y anda que no mola ni nada que haya gente esperando con tu cartelito personalizado! De ahí, en coche al hotel, en el barrio de Thamel (el turístico, como no). Tras dejar las mochilas, bajamos al jardín del hotel, a notar el solecito mientras nos bebemos una cerveza “Nepal Ice” de 650 ml (medida estándar, jodo petaca con los nepalíes). No os voy a describir la sensación, porque os la podéis imaginar.

Aeropuerto de Katmandú, con alguna cima al fondo
¡A la rica cervecita!

Por la tarde, agradable paseo por Katmandú, por calles repletas de turistas y tiendas de montaña, donde la ropa de marcas como Mammut, The North Face, Columbia…etc. Se puede conseguir a precios irrisorios (que será de imitación, sí, pero da el pego estupendamente). El paseo es agradable, con menos tráfico que en India, calles adornadas porque se celebra el fin de año y gente amable y sonriente que te invita a entrar en su tienda sin agobiarte ni ofenderse si decides marcharte sin comprar. 

Calle de Thamel engalanada para fin de año
Aparte de adornar las calles, también "maquean" a los animales y para muestra una foto dedicada a Miriam

Un “amable monje” nos pintó un circulito rojo en la frente que, según dijo, nos daría buena suerte. Ahora sabemos que es la señal para saber quiénes han sido engañados por estos hombrecillos, ya que el cabroncete nos pedía ¡200 rupias por cabeza!, no le dimos ni 150 en total, pero cuando veíamos a un turista con puntito en la frente, nos reíamos un poquico del pringao y él de nosotros…

Los pringaos

El figura intentando levantarme a mi señora, todo un galán

Como curiosidad, comentar que comimos en un restaurante en el que trabajaban únicamente sordomudos. La  comunicación, a través de la carta, mediante signos o escribiendo, resultó muy sencilla, y el trato agradable. Nos pareció una buena idea que podría adoptarse también en España para gente con algún tipo de minusvalía de este tipo ¿no os parece?

Al día siguiente tocaba día tranquilo, así que nos fuimos a ver un templo budista. Lo primero que nos encontramos al llegar fueron monos. Decenas, cientos, miles de monos… Ya me he pasado, pero había muchos. Había monos grandes, monos pequeños, monos grandes follándose a monos pequeños (ver foto) y también unos cachorrillos de perro que peleaban por enganchar algún pezón de su madre (ver foto también). 

Juan (Miñana), como no hemos encontrado ratas, de momento te dedicamos esta, que sabemos que te va a gustar:
Monito poniendo a monita mirando a Cuenca
Merendando

El templo estaba en lo alto de una colina, por lo que la panzada de subir escaleras fue elegante, aunque mereció la pena para disfrutar de unas bonitas vistas de Katmandú.

¿Por ahí vamos a subir?
Sonia, esta va por tí. Templo budista en lo más alto

A la vuelta al hotel, y antes de arrasar las tiendas comprando como marujas  en rebajas (¿Cuánto por este cortavientos de The North Face? ¿10 euros?  ¡Ponme dos!)  conocimos a una familia sevillana que habían ido a buscar a una preciosa niña nepalí, Rita, que era el nuevo juguete de la familia. Nos contaron cómo la niña que nosotros veíamos ahora sonriente, cariñosa y corriendo por el jardín, hacía tan sólo diez días era una niña retraída y triste, que casi no podía ni caminar. Esta niña ha tenido suerte, mucha suerte.
Ya por la noche, charla vía Skype con las familias, amigos y gatos, cenita (con cervecita), y a dormir, que al día siguiente tocaba madrugar.

Y ahora escribo estas líneas (posiblemente las últimas hasta dentro de diez o doce días), mientras vamos en un autobús de la época de Paco Martínez Soria hacia Pokhara.  La carretera se adentra por  los valles a la velocidad del rayo y, en cada bache, nuestro culo se levanta a un palmo del asiento.  Entre las nubes, poco a poco van asomando las cimas que han ocupado y ocupan tantos y tantos sueños alrededor del mundo. Estos días me acuerdo de mucha gente, apasionada de este mundillo: Jaime, Arantxa, Juan, Miriam, Adolfo, Kaste, Miguel López, Ricardo Latre, Elisa Miranda… 
Son montañas cuyos relatos he leído hasta la saciedad para intentar vivir, aunque sea en mi imaginación, la sensación de estar entre estos colosos. Chicos, hoy estáis aquí conmigo. De momento, y a la espera de empezar mañana nuestra andadura hasta el campo base del Annapurna, os dejo con lo poco que se deja ver desde el hotel, aunque sea a través de los cables que aun nos atan a la civilización.
Machapuchare o "fish tail" - 6993m

¡Namaste!

Jorge